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Sobre el Estatut

Llevaba mucho tiempo sin pasarme por aquí. He tenido un mes de julio muy tranquilo y he estado algo desconectada, que por algo es verano.

Por fin salió la sentencia del Estatut, para la alegría de Eva, mi profesora de Organización territorial del Estado. He leído de todo sobre el tema y no me apetecía mucho pronunciarme. También he presenciado (no solo yo) la macro-manifestación que hubo hace unas semanas en Barcelona en respuesta al Estatut, ya fuese reclamando más autonomía para Catalunya o directamente por la independencia. A mí personalmente me resultó impresionante, no recordaba nada igual desde la guerra de Irak.

Me quedo con un sobervio artículo sobre la materia que he leído hoy en El País, de Carme Chacón y Felipe González. Me parece una lección de tolerancia y respeto. Primero, hacia aquellos que consideran Catalunya una nación, más allá de las articulaciones jurídicas y políticas, sino porque lo sienten y nada más, porque nadie debe decirles cómo deben pensar o ser. Y segundo, para aquellos que creen que España debe ser un estado uniforme y se niegan a ver la diversidad de ideas e intereses y buscan el conflicto con el resto de comunidades autónomas.

Veo muy acertada la vía del entendimiento, del pacto político que anuncia el artículo, con la unica finalidad de convivir todos juntos en respeto sin que haya conflictos. Lo conseguido hasta ahora, convivir en paz y libertad sin renunciar a lo que somos ni a lo que queremos ser, es lo que importa, a pesar de quienes se empeñan en atizar el enfrentamiento. Lo jodido es que  esos ultimos son uno de los partidos mayoritarios en la cámara baja, lo que me da la impresión de que aún falta mucho por hacer.

Apuntes sobre Cataluña y España.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Apuntes/Cataluna/Espana/elpepuopi/20100726elpepiopi_11/Tes

Me encanta este vídeo.

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Inversión y gasto social

A menudo escuchamos a los líderes políticos decir que el gasto social se mantendrá a pesar de la crisis económica.  O que los recientes recortes realizados por el decretazo del Gobierno no van a afectar al gasto público en materia social.  El presente artículo, de la Fundació Arrels, pone de relieve que la inversión social en España es muy inferior a la media europea y los perjuicios que puede causar la medida adoptada por el Congreso.

Cabe decir, como ya señala Gustavo García Herrero, que no es lo mismo gasto social que inversión social. El primero se basa en los recursos que se destinan a una finalidad social a fondo perdido, es decir, sin esperar una rentabilidad o una ganancia posterior. Mientras que del segundo, se espera rentabilidad posterior en forma de empleo, riqueza o bienestar.

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España, a la cola en inversión social tras los recortes

El pasado 27 de mayo, el Congreso de los Diputados aprobó un plan de ajuste económico contra la crisis propuesto por el Gobierno español que prevé ahorrar hasta 15.000 millones de euros en 2010 y 2011. La iniciativa quiere reducir costes pero a cambio de recortes en políticas sociales que afectarán a población vulnerable y que, ya antes de la crisis económica, estaba en riesgo de exclusión social.
En diferentes sectores la percepción es que España ya invierte suficientes recursos en política social. Pero nada más lejos de la realidad. Esta percepción es falsa y los recortes aprobados en el Congreso aumentarán todavía más la brecha en inversión en bienestar social. En el Estado español, el 19% de la población vive en situación de pobreza y, según datos de Eurostat, el país ocupa en la actualidad el lugar 16 en porcentaje del PIB dedicado a protección social en la UE. La media europea se sitúa en el 27,17% mientras que la inversión española en política social significa el 21,06% del PIB. En Catalunya, con un riesgo de pobreza del 16,6%, el gasto representa el 17,8% del PIB catalán, según datos de IdesCat de los años 2008 y 2007.

La inversión en protección social del Gobierno español se centra sobre todo en prestaciones para el paro y la jubilación. Según Eurostat, el Estado español es el segundo país de la Unión en inversión del PIB en prestaciones para desempleados. A la cola se encuentra la inversión en medidas contra la exclusión social y en vivienda, que supondrían abordar cuestiones relacionadas con los derechos fundamentales, como situaciones graves de sinhogarismo y vivienda inadecuada.

Entre las medidas de ajuste económico aprobadas por el Congreso destacan dos: la suspensión de la revalorización de las pensiones en 2011 y la eliminación de la retroactividad en las prestaciones de la Ley de Dependencia. Aun cuando el Gobierno ha asegurado que no se tocarán las pensiones más bajas (las no contributivas, las contributivas que reciben complementos de mínimos y las del antiguo régimen del SOVI no concurrentes con otras), la situación no deja de ser preocupante: por un lado, las pensiones más bajas no superan el umbral de la pobreza y, por otro, con la suspensión de la revalorización se pierde la oportunidad de usar las pensiones como herramienta para disminuir a la larga el riesgo de caer en la pobreza.

Asimismo, la decisión de eliminar la retroactividad en las prestaciones de la Ley de Dependencia incidirá negativamente en la situación económica de muchas familias y, además, la mayoría de especialistas consideran que los seis meses de plazo para resolver las solicitudes son inviables.

Ante esta situación, la Fundació hace una serie de propuestas, basadas en el sentido común y la justicia social. Se pueden consultar en su página web, en el enlace inferior.

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FUENTES:

http://www.arrelsfundacio.org/es/actualitat/381-les-retallades-en-despesa-social-deixaran-espanya-a-la-cua-en-inversio-social-a-europa

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Gasto/social/inversion/social/elpepusoc/20100502elpepusoc_1/Tes

http://www.publico.es/espana/313091/ajuste/toque/gasto/social/posible

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Sobre la ayuda económica a Grecia


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Lukanikos

Amo a los perros.  Cualquiera que me conozca bien lo sabe.

Hace un par de días descubrí a Lukanikos, un perrito de los tantos que hay vagando por las calles de Atenas.  Al principio me angustió un poco, porque me genera mucha tristeza todo el tema de abandono de animales, pero luego descubrí que el Ayuntamiento de la ciudad griega los controla:  los esteriliza, vacuna y los tiene identificados con collarines de distintos colores.

El perrillo se ha hecho famoso por estar presente en las manifestaciones. Siempre anda en primera línea de guerra, junto con los manifestantes más rebeldes y no se acojona de nada, ni de gases lacrimógenos, ni de disparos de pelotas de goma.. es todo un héroe.  Incluso tiene muchos seguidores en internet y en las redes sociales, hasta el punto de que tiene su propio blog y otros con entradas dedicadas.  También tiene grupos de amigos en Facebook.

No lo tildaría de «antisistema» como hace Sánchez-Vallejo 1,  porque solo viendo su carita, me da la impresión de que es más sabio que muchos poderosos y gobernantes. ¡E inspira más humildad!

¡Lukanikos for president! 2

1. http://www.elpais.com/articulo/internacional/perro/antisistema/elpepugen/20100510elpepuint_5/Tes

2. http://www.elpais.com/articulo/internacional/Lukanikos/perro/Presidente/elpepuint/20100513elpepuint_5/Tes

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Sobre Haití

Artículo del gran Eduardo Galeano.

«La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto

Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.

Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole:

-Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica

A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema:

-Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede.

Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.

En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado… de artistas.

En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista

Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: “Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses”.

Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”.

En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: “Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas”. Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro “puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras”.

La humillación imperdonable

En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.

La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad

Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.

Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.»

FUENTE: El mercurio digital. http://elmercuriodigital.es/index.php?option=com_content&task=view&id=24590&Itemid=151

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la munición política de la Iglesia

Cuarenta asociaciones provida, con el apoyo público de la Conferencia Episcopal de los obispos españoles y del PP, convocan hoy una manifestación en Madrid para protestar contra la reforma de la ley del aborto. Los cambios que el Gobierno promueve pretenden homologar nuestra legislación a la existente en la mayoría de Europa e incrementar la protección jurídica a mujeres y personal sanitario. Ante esta propuesta, la Conferencia Episcopal responde con argumentos tan sutiles como la afirmación: «Un pueblo que mata a sus hijos es un pueblo sin futuro». De esta forma, un tema socialmente tan complejo queda reducido, demagógicamente, a dos definidos bandos: «defensores del asesinato de niños» y «defensores de la vida». Y lo que debería ser un debate sereno se convierte, una vez más, en munición política para la oposición conservadora dedicada al acoso y derribo del Gobierno socialista en el tiempo que le queda, tras ingeniárselas para minimizar los efectos de la extendida corrupción en sus altos cargos. «Haremos todo lo posible para que la reforma de la ley del aborto no se apruebe», declaró a finales de septiembre la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría.

Para entender el papel político ultraconservador que está ejerciendo el máximo órgano rector de la Iglesia Católica, la Conferencia Episcopal, es necesario recordar el papel extremadamente reaccionario que dicha Iglesia ha desempeñado en España en toda la época contemporánea. La Iglesia española, salvo los curas obreros del franquismo, siempre se ha alineado con los poderosos y los privilegiados, defendido valores ultraconservadores y reaccionarios y propugnado la resignación y la caridad como únicos paliativos de las injusticias sociales. Injusticias como la terrible realidad de los abortos clandestinos realizados por sórdidos carniceros a mujeres pobres que no podían costearse el viaje a clínicas extranjeras y que se jugaban la salud y/o la vida en los años previos a la ley del aborto. Curiosamente, a la Conferencia Episcopal nunca le preocupó esa lacra social de los abortos clandestinos, solo que no se interrumpa ningún embarazo.
Según esta reaccionaria concepción, la mujer no es dueña de su cuerpo y libre de decidir, es un instrumento de la Providencia Divina para perpetuar la vida. ¿Y cómo evitar los embarazos no deseados? Muy fácil, volviendo a vincular sexo y reproducción. Solo debe efectuarse el sexo con finalidades reproductivas y, si no es así, castidad y represión. Ante estas soluciones es imposible no recordar la ruina económica de la Iglesia católica norteamericana ante la extraordinaria cuantía de las indemnizaciones que ha tenido que pagar a las víctimas de los abusos sexuales de sus curas pederastas. Actividades recurrentes y durante años y años toleradas y ocultadas a la opinión pública por las altas instancias de la jerarquía católica, hasta que el volumen de estos repugnantes delitos ha sido tal que ha sido imposible ocultarlos más.
Eso sí, hay que tener en cuenta las opiniones de S. Tomasi, observador permanente del Vaticano ante la ONU, según las cuales en otras iglesias también se han dado estos hechos y que los curas católicos pederastas no son pedófilos, sino efebófilos. Ni que decir tiene que cualquier persona sensata tiene una opinión muy clara sobre qué son dichos curas pederastas.
Silencio ante las injusticias sociales, apoyo ideológico-cultural a las desigualdades, difusión sacralizada de creencias reaccionarias que trastornan hasta enfermar a sus practicantes. El balance es nefasto, salvo las actividades de asociaciones benéficas y órdenes religiosas misioneras. En España, el papel ideológico ejercido por la Iglesia católica ha sido de freno a cualquier iniciativa progresista. Los moderados ilustrados españoles del siglo XVIII tuvieron en la Iglesia un feroz e intransigente enemigo e, incluso, las Sociedades de Amigos del País fueron denunciadas al Santo Oficio. ¿Su pecado? Abogar por la libertad de pensamiento y potenciar la investigación científica y la enseñanza laica. A su vez, durante el trienio liberal (1820-1823) y fases históricas posteriores la Iglesia católica presentó una batalla frontal contra las propuestas progresistas de los liberales. ¿Su objetivo máximo? Evitar la igualdad ante la ley y la libertad de pensamiento y expresión. ¿Y durante la Restauración? Apoyo incondicional a los grupos sociales dominantes ante el clamor de las clases populares sobreexplotadas por las fases iniciales de la industrialización. Apoyo que les comportó la enemistad manifiesta de amplios sectores de dichas capas populares y que explotó, por ejemplo, en la Semana Trágica en la Barcelona de principios del siglo XX.

¿Y durante el franquismo? La Iglesia católica fue uno de los pilares de la dictadura y el Régimen ha sido definido, lúcidamente, como nacional-catolicismo. Simbólicamente podríamos recordar que en su lecho de muerto el dictador dispuso del brazo incorrupto de Santa Teresa y del manto de la Virgen del Pilar para ver si se podía detener la imparable agonía del Régimen. Un objetivo imposible, como pretender prolongar la tutela ideológica que la Iglesia católica ha ejercido sobre amplias masas de población. La modernidad ha arrasado dicha tutela y por ello la Conferencia Episcopal pretende recuperar terreno social remarcando los aspectos más políticos de sus mensajes, al ejercer como grupo de presión ante los poderes públicos y, como siempre, aliarse con los sectores políticos más reaccionarios.

FUENTE:  El Periódico, 17/10/2009.  Por Joan Antón Mellón, catedrático de Ciencia Política de la UB.

La Iglesia y sus ideales

* No me hago cargo del humor ácido del autor de la viñeta. Aunque sea muy grande.    http://elmahumor.blogspot.com/

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¿plan bolonia? no, gracias.

plan_bolonia-2ozecaiMucho jaleo ha causado Bolonia y a mi parecer ningún alumno, ni profesor, ni especialistas en la materia han sido escuchados. Muy pocos, o los que han interesado. En los medios de comunicación solo salían las protestas, no se hacía eco sobre el motivo o lo que verdaderamente iba a significar bolonia en las carreras y en los planes de estudio de las titulaciones universitarias. Se buscaba el morbo, a ver quien daba mas fuerte, si el mosso d’esquadra con su porra o el estudiante que lanzaba sillas a las fuerzas de seguridad.

Hoy he sabido definitivamente como van a afectar las nuevas titulaciones a mi carrera. Qué debo hacer para pasar de licenciatura de derecho a grado de derecho. Qué tretas me obliga a hacer mi facultad y descubro (no por sorpresa, porque no ha sido la primera vez), como el NEGOCIO de los créditos de libre elección que hasta ahora ejercía mi Universidad, se hace más que evidente.

Todo parece estar a mi favor, habiendo hecho mi primer curso de licenciatura, han preparado un segundo curso adaptado a grado, para compensar las asignaturas pendientes que ofrecía el primero de grado y no el primero de licenciatura, que yo he cursado. Así pues, me ofrecen un segundo curso de grado, con asignaturas de primero de grado, con un total de 72 créditos. Sin embargo, por motivos organizativos, porque la mayoría de estudiantes no aprueba todo y por normativa de permanencia, me limitan a matricularme de un máximo de 60 créditos, aunque no haya suspendido ninguna asignatura de primer curso y pase limpia a segundo.

De esta forma se produce aquello del pez que se muerde la cola, porque no puedo hacer ese segundo curso adaptado de grado, ya que superaría el máximo de créditos permitidos. De esta forma se deja otras asignaturas pendientes para tercero, que en realidad deberían hacerse en segundo, sino ¿para qué se hace un plan adaptado?. En pocas palabras, me están obligando a ir cargando con asignaturas de años anteriores, por motivos organizativos y porque pocos aprueban todo a la primera. Espero que, tan bien que se organizan, al menos compatibilicen los horarios para realizar  asignaturas de primero y segundo, y de segundo y tercero simultáneamente y no se solapen las clases. ¿O eso no entra en sus planes?

Después, también por motivos organizativos internos, se hacen 2 bloques para matricular a los alumnos. Por un lado, los que se quedan en licenciatura, serán llamados a matricularse por orden de nota, bien. Pero a los afortunados que queremos pasarnos a grado de forma suicida, se nos llama a matricularnos por orden alfabético. Es decir, los que tengamos apellidos que sean de las últimas letras del abecedario, podemos rezar a todos los dioses del olimpo para poder escojer el aula y el turno que queramos, aunque tengamos mejor nota que el que tenga un apellido empezado por A.

Cabe decir que no es obligatorio pasarse de Licenciatura a Grado, al menos de momento. Cada año se va extinguiendo un curso de licenciatura, este año por ejemplo, solo se ofrece primero de grado, ya no hay primero de licenciatura. El próximo año solo habrá segundo de grado y así sucesivamente. En pocas palabras, te están diciendo que no es obligatorio que te pases de un plan de estudios a otro, pero no suspendas alguna asignatura y sobrepases las convocatorias, porque entonces ya no se ofrecerá la licenciatura y tendrás que pasarte a grado obligatoriamente.

Me incomoda bastante la respuesta que ha recibido hoy un compañero al preguntar si una titulación de licenciatura y grado es lo mismo al 100%. Se le ha respondido que sí, segun la normativa en vigor hasta 2011.

Y para acabar, el espinoso tema de los créditos de libre elección. Con licenciatura, tenías que hacer 13,5 de créditos de este tipo para poder pasar de primer ciclo a segundo. Esto supone hacer actividades de la facultad, diferentes cursillos o asignaturas corrientes que ofrecen este tipo de créditos. En mi caso, tenía 11,5 créditos, por 60€ de convalidación para tramitar cada 2 o 3 créditos. Con bolonia, no existe equivalencia de créditos de libre elección. Se nos informa que se reconocen hasta 6 créditos en el Grado de Derecho, pero no cómo se va a realizar esa convalidación. Ante todo este engaño, pregunto, ¿se me pueden devolver esos 60€ por cada 3 créditos, de trámites administrativos inútiles, que no van a tener ningun valor de convalidarse?

 

Sara.

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pagar por no hacer nada

Sala i Martín apuesta por cambiar el subsidio de desempleo por uno de educación para combatir el paro

                                     xavier sala                                     Según el economista Xavier Sala i Martín, la clave de todo es la productividad. En una entrevista en el programa «Economia i empresa» de Catalunya Informació, el catedrático de la Universidad de Columbia apuesta por una reforma estructural encaminada a aumentar el nivel de competitividad del país. Sala i Martín reconoce que estos cambios serán duros, pero cree que son necesarios para salir de la crisis.

Entre otros elementos, apuesta por la formación de los parados como herramienta para combatir el desempleo, y asegura que hace falta pasar de un modelo de subsidio a los parados de 18 meses de no hacer nada por un que apueste por la reeducación. Siguiendo el modelo danés, Sala i Martín propone que los trabajadores justifiquen el subsidio con horas de formación, como ocurre en Dinamarca.

Si el país es más competitivo, no hará falta despedir a los trabajadores ni rebajarles el sueldo, porque producirán más. Con este argumento, Xavier Sala i Martín justifica todo un cambio de filosofía, hasta en el modelo de protección social.

El catedrático de la Universidad de Columbia apuesta por reconvertir la mentalidad actual y proteger al trabajador en lugar de los puestos de trabajo. Por eso entiende que es necesaria una reforma laboral que pase por garantizar las oportunidades de la población de encontrar trabajo y no de salvar puestos de trabajo de manera artificial.
Sala i Martín apuesta incluso por un cambio en los subsidios de desempleo. Afirma que no tiene sentido pagar un subsidio per «18 meses de no hacer nada», y cree que lo más lógico sería aplicar el modelo de países como Dinamarca, dónde hay un subsidio de educación. Cobras, pero tienes que ir a la universidad o hacer cursos.

El economista reconoce que estas reformas per aumentar la competitividad chocarán con el rechazo de muchos «lobbies». Sala i Martín pone como ejemplo la respuesta de los profesores a la nueva ley de educación. Aún así, cree que se deben llevar a cabo porque hasta ahora solo se han tomado medidas de cara al público. El catedrático lo ilustra con una frase sencilla y contundente: Si tienes un infarto, la solución no es cortarte las uñas de los pies. Asegura que las ayudas para comprar coches, bajar los impuestos por comprar viviendas o aumentar el gasto público para la construcción son medidas que están bien, pero no achacan el problema de fondo, que es la productividad.

Finalmente, al preguntarle si ve “brotes verdes» en la economía como los que apuntó la ministra de Economía, Elena Salgado, Sala i Martín responde que «sí, pero no aquí». Explica que en todo el mundo hay países que sí se están recuperando, pero que ninguno de esos países es España. El catedrático de Columbia cree que aun hay problemas graves en el Estado, y recuerda que el sector de la construcción y el inmobiliario han hecho un agujero en el sector bancario de más de 400.000 millones de euros. Sala i Martín asegura que este agujero se complicará cuando a las primeras personas que han llegado al paro se les acabe el subsidio y de rebote, esto agravará les tasas de morosidad y los problemas en el sector financiero.

 

 

FUENTE: Noticiario de Catalunya  3/24, 07/06/2009.  http://www.3cat24.cat/noticia/388911/economia/Sala-i-Martin-aposta-per-canviar-el-subsidi-de-desocupacio-per-un-deducacio-per-combatre-latur

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TRANQUILOS: EL PECADO NO ES DELITO

La experiencia franquista acostumbró a la Iglesia a fijar su moral en la ley

Acostumbrada a contar los años desde la fecha -incierta- del nacimiento de su fundador Jesús, la jerarquía del catolicismo intenta imponer su concepto de familia, matrimonio, filosofía, ciencia y la vida misma. ¿Hacen política los obispos cuando reclaman, además, que el Gobierno legisle siempre de acuerdo con el evangelio cristiano? El cardenal Antonio María Rouco dijo el lunes que eso «no es hacer política en el sentido estricto de la palabra». Añadió: «Se trata de procurar por medios legítimos el reconocimiento efectivo de aquellos valores éticos que trascienden y preceden la misma acción política». La tesis de Rouco es que hay «principios prepolíticos», de obligado cumplimiento. ¿Quién los proclama? Por supuesto, la Iglesia católica. Hasta el Concilio Vaticano II, el Papa, pontífice máximo, se consideraba «autoridad universal y omnicompetente».

Los obispos actuaron en España como tal hasta 1977. No hubo aspecto de la vida cotidiana en que no impusieran su dictamen, por cortesía del dictador Francisco Franco. El articulado de la ley concordataria con esas prerrogativas se publicó en el BOE en 1953 con este encabezamiento: «En el nombre de la Santísima Trinidad». Un artículo definía a la Iglesia de Roma como «sociedad perfecta».

Otro cantar es el empeño eclesiástico de transformar en delito lo que ellos consideran pecado. La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, se lo advirtió anteayer a Rouco, horas después de que el prelado de Madrid proclamase que el aborto voluntario ensucia la democracia. «A la Iglesia le corresponde decir qué es pecado, no qué es delito», dijo.

Así lo ha manifestado el Tribunal Constitucional, en sentencia que recuerda Dionisio Llamazares, ex director general de Asuntos Religiosos y catedrático emérito de Derecho Eclesiástico del Estado en la Complutense de Madrid. «La Constitución impide que los valores o intereses religiosos se erijan en parámetros para medir la legitimidad o justicia de las normas y actos de los poderes públicos. Es lo que inexorablemente se produce cuando se identifican delito y pecado», afirma.

Los obispos están acostumbrados a intervenir en la vida de los españoles. Viene de antiguo, pero también de anteayer. Llamazares recuerda una cita que «escuece como sal en carne viva». Se refiere a la Ley de Principios del Movimiento Nacional, vigente hasta 1976: Dice su artículo dos: «La nación española considera como timbre de honor el acatamiento de la ley de Dios, según la doctrina de la Iglesia católica, apostólica y romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación».

Aquella férrea coalición entre la sala de guardia y la sacristía duró 40 años. Cuando se produjo algo parecido en Francia, con Napoleón III, el gran teólogo Felicité R. de Lamennais sentenció: «Un prostíbulo bendecido por los obispos». Ante estas perlas, los libros penitenciales de los siglos IX y X le parecen a Llamazares «meros precedentes de identificación de pecado público y delito». «Mucho me temo que ese modelo siga siendo el oscuro objeto del deseo de los obispos», sentencia.

El primer pecado que los obispos lograron transformar en delito fue el adulterio de las vírgenes consagradas. Hasta entonces -incluso después del emperador Constantino, cuando el Imperio Romano comenzó a transformarse en Imperio Cristiano-, los seguidores de Cristo se regían por el derecho romano. Ecclesia vivit lege romana (la Iglesia vive con la ley romana) fue un principio repetido por los padres de la Iglesia, subraya Ramón Teja, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria y presidente de la Sociedad de Ciencias de las Religiones.

El historiador cántabro relata cómo la ley romana empezó a entrar en conflicto con algunos principios evangélicos en temas de sexo y moral matrimonial. Afirma: «La postura de los líderes cristianos no fue la de cambiar la legislación civil imperante, sino exhortar a los cristianos a que se atuviesen a las normas cristianas cuando éstas entraban en conflicto con las romanas: así san Jerónimo, a finales del siglo IV, sentaba el principio: Aliae sunt leges Caesaris, aliae Christi; aliud Papinianus, aliud Paulus noster praecepit (Unas son las leyes del César, otras las de Cristo, una cosa ordena Papiniano, otra nuestro Pablo). Fue san Agustín quien con mayor insistencia abordó las diferencias entre los iura fori y los iura caeli (derecho del mundo y derecho del cielo).

Las cosas cambiaron cuando los antiguos perseguidos se convirtieron en perseguidores, tras la conversión del emperador Constantino. La Iglesia se sintió entonces fuerte para imponer al Estado sus normas éticas y morales, hasta terminar por transformar al derecho romano en derecho canónico. «El primer paso se dio con el intento de prohibir el matrimonio a las vírgenes consagradas. Partiendo de la consideración de que eran sponsa Christi (esposa de Cristo), se sentaron las premisas para que la condición de pecado, es decir, la ruptura de la fidelidad inherente a la promesa de virginidad, se convirtiese en delito, es decir, un adulterio castigable con las leyes del derecho romano contra el adulterio de la mujer -«mucho más duras que las aplicables al adulterio del hombre», relata Teja-. Así se inició el camino que culminará en el derecho medieval de Occidente (el derecho canónico), donde la Iglesia es considerada la única con capacidad para legislar sobre ética sexual y matrimonio».

Esa ambición legislativa la subraya el profesor Enrique Gimbernat, catedrático de Derecho Penal en la Universidad Complutense. Afirma: «Las religiones, especialmente las monoteístas, siempre han querido reforzar las prohibiciones de sus morales particulares -cuya infracción constituiría un pecado-, no dilatando el castigo por esas conductas pecaminosas a las penas del infierno, sino tratando de que ya aquí, en la vida terrenal, sean reprimidas por el Poder estatal secular. En un pasado remoto, la religión católica consiguió que las condenas dictadas por el tribunal eclesiástico de la Inquisición por los delitos de herejía, de sodomía o de brujería (fornicación con los demonios) fueran ejecutadas por el poder civil, quemando vivos a los que habían cometido tales pecados-delito; en un pasado reciente, esos esfuerzos eclesiásticos alcanzaron su objetivo, durante la dictadura franquista nacionalcatólica, con la prohibición civil del divorcio y la penal del adulterio, de la propaganda y venta de procedimientos o instrumentos anticonceptivos, de la homosexualidad entre adultos o de la difusión de textos o imágenes pornográficas; y en el presente, esa equiparación entre pecado y delito todavía existe en los Estados musulmanes integristas donde se lapida a las adúlteras y se encarcela a los homosexuales».

La última ejecución por herejía en España se produjo en 1826, cuando un maestro de escuela fue ahorcado porque en los rezos escolares reemplazó la palabra «avemaría» por «loado sea Dios». La presión del poder eclesiástico sobre el civil en la persecución de herejes era incontenible, con métodos de interrogatorio terribles. «Si todos no nos hemos confesado brujas, es únicamente porque no todos hemos sido torturados. Vivimos en tiempos tan difíciles que es peligroso hablar, pero también guardar silencio», escribió Juan Luis Vives.

Los eclesiásticos siguen apegados al principio de cuius regio, eius religio, es decir, la obligación del ciudadano de practicar la religión de su rey. Se acordó para acabar con las terribles guerras de religión entre príncipes luteranos y príncipes católicos. Ahí se pusieron los cimientos de lo que se conoce como la «religión de Estado».

España conoce bien las consecuencias de ese principio, con la imagen aún fresca de los obispos procesionando bajo palio a un caudillo militar que ganó para ellos una incivil guerra de exterminio consagrada por Roma como «cruzada cristiana». De entonces permanece la idea episcopal de que, como todos los españoles son católicos, el Estado debe cargar con el sostenimiento de esa confesión. Lo hace hoy con más de 4.000 millones de euros anuales en sueldos de sacerdotes y obispos y para financiar la ingente red de servicios educativos, sanitarios o de caridad de la Iglesia romana en España.

Pese a todo, los obispos creen que el Gobierno les ignora, maltrata e incluso persigue. Lo llaman «laicismo fundamentalista»: el supuesto intento de arrinconarlos en las sacristías o acallar su tradicional vocación de meterse en política. En el fondo, lo que duele a los prelados es que el Ejecutivo y las Cortes legislen con plena autonomía, sin hacer caso a las prédicas o imposiciones de la jerarquía eclesiástica. El último punto de debate es la legislación del aborto, pero antes intentaron parar la regulación de la investigación con células madre con fines terapéuticos. El nacimiento en Sevilla de un niño programado para curar a un hermano -el llamado bebé medicamento- ha sido la batalla más llamativa, en contra del sentimiento general.

El profesor Gimbernat hace este diagnóstico: «En España, la relación pecado-delito ha vuelto a adquirir actualidad con la virulenta oposición de la Iglesia a la proyectada despenalización del aborto en el sentido de la solución del plazo, tal como rige en prácticamente todos los países de la Unión Europea. La equiparación de un óvulo fecundado microscópico o que mide pocos milímetros, sin forma humana ni actividad cerebral, con una persona es consecuente con la doctrina católica de que la finalidad de todo acto sexual es la procreación. Pero para los que no creen en dicha doctrina esa equiparación es simplemente un insulto a la inteligencia. Un legislador pluralista y democrático no puede imponer los dogmas de una determinada confesión religiosa encarcelando a los que no profesan esa fe. ¿Hasta cuándo seguirá la Iglesia católica abusando de nuestra paciencia?».

Sostienen algunos engreídos eclesiásticos que sin religión no puede haber moralidad. Confunden la moral religiosa con la moral política. La primera la hacen los santos, la segunda los ciudadanos. El teólogo moralista Juan Masiá, profesor de bioética en la Universidad Católica Santo Tomás, en Osaka (Japón), lamenta que muchos creyentes tengan esa idea de pecado como delito, y que algunos obispos intenten imponer a la sociedad una idea de delito como pecado.

Juan Masiá señala dos estilos de moral, apoyándose en Bergson: cerrada y abierta, legalista o personalista. Explica: «Quien dice ‘no me salto el semáforo [delito] para evitar la multa’ y quien dice ‘no me voy con la mujer del prójimo porque mi Dios lo prohíbe y me va a castigar’ están al mismo nivel de moral cerrada (tanto si son creyentes como si no lo son). En cambio, quien dice ‘observo las reglas de tráfico porque, aunque no me coja la policía, es para mí importante evitar accidentes, proteger otras vidas y la mía’ y el que dice ‘no violo a esa chica porque merece que la respete y me respete a mí mismo’ están a nivel de moral abierta. Me parece esto mucho más importante que el que sean o no sean creyentes de alguna religión».

FUENTE: El País, 24/04/2009  Reportaje de Juan G. Bedoya

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lafarg2Paul Lafargue, médico, periodista y filósofo cubano, nace en 1842 en una familia franco-caribeña. Pasó la mayor parte de su vida en Francia, aunque también pasó periodos ocasionales en Inglaterra y España, colaborando en los inicios del Partido Socialista español.

Yerno de Marx, a la edad de 69 años, él y su mujer se suicidaron juntos, creyendo que al alcanzar la vejez, no podrían disfrutar la vida de la misma forma que durante su juventud y para evitar ser una carga para sus conocidos, deciden acabar con sus vidas, tal y como llevaban tiempo planeando.

A lo largo de su trayectoria, en los ensayos el Derecho a la pereza y la Organización del trabajo, Lafargue criticará duramente los inicios y el progreso del sistema capitalista. Establecerá que la jornada de trabajo máxima debe ser de 3 horas, para que los ciudadanos puedan dedicarse a otras actividades como disfrutar lo máximo intelectual y físicamente.

En la Religión del capital, se decantará por una crítica más feroz al capitalismo y a las entidades eclesiásticas, afirmando que el capital será el único fin que moverá los actos del hombre y que el dinero es la auténtica religión que mueve a los hombres.

La única religión que puede responder a las necesidades del momento es la religión del Capital. (…) El Capital es el Dios real, presente en todas partes y que se manifiesta en todas formas. Él es oro brillante y estiércol hediondo; rebaños de carneros y cargamento de café; montones de Biblias santas y paquetes de grabados pornográficos; máquinas gigantescas y gruesas de sobretodos impermeables. El Capital es el Dios que todo el mundo conoce, ve, toca, siente y gusta; existe para todos nuestros sentidos; es el único Dios que no ha encontrado ateos. Salomón le adoraba, aunque para él todo era vanidad. Schopenhauer le encontraba gracias embriagadoras, aunque para él todo era desencanto; Hartmann, el filósofo inconsciente, es uno de sus creyentes con conciencia. Las demás religiones están solamente en los labios, pero en el fondo del corazón del hombre reina la fe en el Capital.

 

Lafargue, P., El derecho a la pereza, Ed. Fundamentos, Madrid: 1998.

http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Lafargue  consultada en 23 Abril 2009

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