Descubre, para su sorpresa, al señor Herbert Marcuse y su teoría social. Es apasionante, no había leído antes a nadie que expusiera el control de masas en que nos hayamos inmersos en la sociedad capitalista de occidente. Es más, mediante el desarrollo de nuevas tecnologías, este control social irá a más sin ninguna duda, y los mismos poderes políticos pueden convencernos de que el consumo indiscriminado es necesario.
La crítica fundamental que realiza Marcuse a la sociedad moderna, desarrollada en «El Hombre Unidimensional», es que el sujeto unidimensional es víctima de su propia impotencia y de la opresión continua de un método de dominación (…). Esta crítica implica que la sociedad moderna es incapaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja del interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas. Este hecho se contrasta fundamentalmente con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con el potencial efectivo de derribar al régimen.
El capitalismo avanzado que describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel real, pero contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos, como el movimiento punk-anarquista o el movimiento bohemio han sido asimilados por la sociedad y orientados a operar para los fines que la sociedad coactiva reconoce como válidos.
El motivo de esta asimilación, según Marcuse, consiste en que el contenido mismo de la conciencia humana ha sido fetichizado (en términos marxistas) y que las necesidades mismas que el hombre inmerso en esta sociedad reconoce, son necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y orientadas a los fines del modelo. En este contexto, Marcuse distingue entre las necesidades reales (las que provienen de la naturaleza misma del hombre) y las necesidades ficticias (aquellas que provienen de la conciencia alienada, y son producidas por la sociedad industrial). La distinción entre ambos tipos de conciencia sólo puede ser juzgada por el mismo hombre, puesto que sus necesidades reales sólo él las conoce en su fuero más íntimo; sin embargo, como la misma conciencia está alienada, el hombre ya no puede realizar la distinción.
fuente: Wikipedia, 18/04/09. http://es.wikipedia.org/wiki/Herbert_Marcuse