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Su cabello era fina como la seda; los ojos, grandes y luminosos, grises y penetrantes. (…) La nariz era larga y recta, y los rasgos muy finos; la boca, extremadamente hermosa. Era pálido, exagüe, de piel bellamente olivácea. Miraba de manera triste y melancólica. Era sumamente delgado… pero tenía fina apostura, un porte erguido y militar, y caminaba rápidamente.  Lo más encantador de él, sin embargo, eran sus modales. Era elegante. Cuando miraba a alguien parecía capaz de leer sus pensamientos. Tenía una voz agradable y musical, pero no profunda. Vestía siempre chaqueta negra … No seguía la moda, sino que tenía su propio estilo.

La madurez física le sentaba bien. Sus pulcras si bien algo raídas ropas, invariablemente negras, le daban un aire fatal al sentido byroniano (…). Era bello, fascinador, hablaba admirablemente bien, miraba como si devorara con los ojos.

Su conversación alcanzaba a veces una elocuencia casi sobrenatural. Modulaba la voz con asombrosa destreza y sus grandes ojos, de variable expresión, miraban serenos o infundían una ígnea confusión en los oyentes, mientras su rostro resplandecía o manteníase inmutablemente pálido, según que la imaginación apresurara a correr de su sangre o le helara en torno al corazón.

Cortázar, J., Poe Cuentos 1,  Alianza Editorial, Madrid: 2010

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En modo cocinillas

Hace unos días volví a mis andadas culinarias e hice una ensaladita que me quedó de perlas.  Es una ensalada muy completa, tal y como se ve en la foto, aunque solo para amantes de la mostaza.

Ingredientes:

– Patata hervida

– Huevo duro

– Atún

– Anchoas

– Tomates cherry

– 2 tipos de mostaza

– Aceite, vinagre y sal

No tiene mucha complicación, simplemente hace falta hervir las patatas y los huevos duros, partirlos a trozos una vez estén hechos y revolver con el atún. Después los tomates y las anchoas se colocan con un poco de gracia y por último añadir las mostazas al gusto. Servir bien fresco.

También puede quedar muy bien si se le añaden unas aceitunas negras o de las que prefiráis.

Espero que os guste, mi madre y yo la deboramos en segundos.

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La fundación literaria del perro

Argos fue el nombre de un gigante de cien ojos y de una ciudad griega de hace cuatro mil años.

También se llamaba Argos el único que reconoció a Odiseo, cuando llegó, disfrazado, a Ítaca.

Homero nos contó que Odiseo regresó, al cabo de mucha guerra y mucha mar, y se acercó a su casa haciéndose pasar por un mendigo achacoso y haraposo.

Nadie se dió cuenta de que él era él.

Nadie, salvo un amigo que ya no sabía ladrar, ni podía caminar, ni moverse si quiera. Argos yacía, a las puertas de un galpón, abandonado, acribillado por las garrapatas, esperando la muerte.

Cuando vio, o quizás olió, que aquel mendigo se acercaba, alzó la cabeza y sacudió el rabo.

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Galeano, E., Espejos, Una historia Casi Universal, Ed. Siglo XXI: Madrid, 2008

Imagen: http://aliso.pntic.mec.es/agalle17/tabla/ele18.htm

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Hay personas que no deberían morirse nunca. Porque no, porque necesitamos a los sabios, necesitamos su literatura, el espíritu crítico. En una sociedad de borregos, basada en todo lo superficial y en la que la miseria ajena nos causa indiferencia, no podemos permitirnos el lujo de perder a hombres tan grandes.

Por Saramago y por Delibes, con toda mi admiración.

Sobre la democracia.

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Que algún día aprendamos a ver mas allá del orgullo y a no anteponerlo a los demás. Que el mundo se rija por la empatía y el bienestar. Que la comunicación sea el medio por el que se pacte y se llegue a los acuerdos, sin llegar a las manos o a las malas palabras. Que la paciencia ante la vida y el entusiasmo por ésta nos inunde.

Que los sentimientos y las sensaciones nos recorran, que una sonrisa cambie el mundo y se contagie por todas partes. Que el país de las maravillas sea menos maravilloso y más humano. Que el amor y el respeto vayan de la mano. Que nadie sufra, que todo llega, que todos seamos felices, a nuestra manera.

 

 

Que cada día sea el mejor de nuestra vida.

 

 http://www.youtube.com/watch?v=W61Q-EZ8R7M

Sara.

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EL EXTRAÑO POLLÓN

Desperté en el despacho, sudaba. Debía dinero, mi mujer me había abandonado. Tenía resaca. Llevaba meses sin un caso. La vida era saltar de un rascacielos, uno sabe seguro que al final revienta. Yo intentaba disfrutar mientras caía. Eran las doce de la mañana y estaba a punto de vomitar.

Tosí y encendí un cigarrillo, tomé un café. Encendí un segundo cigarrillo. Me marqué un vermú y tomé un segundo café. Fui al baño y vomité.

No había salida para nadie.

Agosto se deshacía sin piedad.

Me servía un segundo vermú cuando una rubia entró en mi despacho. Se contoneaba encima de unos altos tacones. Vestía minifalda, corta, y llevaba la blusa entreabierta, se acomodó en una silla. Mientras yo admiraba sus piernas la rubia me habló de una maldición, de magia negra (era otra pirada), la venganza de la ex mujer de su nuevo hombre. Era tan guapa que no necesitaba adornarse con frases. Tenía voz de mujer desgraciada. Al acabar sonrió como algo robado al destino.

Le pedí 300 euros por el caso, más 20 diarios para mis gastos, y aceptó. Tenía que haberle pedido más. Venía de parte de su hombre.

Aquella tarde me acerqué a ver al hombre, un millonario. Me recibió en su casa, se encontraba sentado sobre lo que parecía una enorme salchicha de metro y medio de largo (de esas que se monta la gente en el mar y lleva una lancha) cubierta con dos toallas de playa. Era un engominado entrado en años con sobrepeso. Mamaba de un martini y me ofreció otro a mí, me serví enseguida.

El millonario comenzó a largar:

-La puta de mi ex mujer -masculló-, esa zorra perversa…

Negó con la cabeza. De repente perdió la paciencia:

-¡Pero mire esto! -me gritó.

Se echó hacia delante y levantó una de las toallas. Se echó algo más hacia delante y levantó la otra toalla. No estaba sentado sobre ninguna salchicha, aquello era su polla, como una morcilla de metro y medio de largo. El ancho vendría a ser lo que un hombre normal abarca con sus brazos. Tenía un capullo descomunal.

El millonario me miró desolado.

Saqué el tabaco con calma y me encendí un cigarrillo.

-Esa puta perversa -continuó el hombre, se dejó la polla al aire, estaba más calmado-. El problema fue que nos casamos demasiado jóvenes -me explicó-, entonces yo tenía un rabo normal, ¡usted entenderá que con esto..! ¡PERO MIRE QUÉ POLLÓN! ¿CÓMO VOY A SER YO FELIZ ASÍ? -de nuevo negó con la cabeza. Debía de estar algo borracho. Se calmó otra vez enseguida-. Yo soy una persona muy leal, ¿sabe? -continuó más calmado-. Aún quiero a mi ex mujer, estuvo a mi lado muchos años y eso no lo olvido, fueron años duros. No teníamos dinero. Me enamoré porque me gustaba verme como me veía ella. Ella me veía más guapo de lo que me veía yo, mejor persona. Luego, claro, el tiempo me dio la razón y nos divorciamos ¡Y AHORA LA HIJADEPUTA!.

 Herrero C., Cuentos Rotos, Barataria: Sevilla, 2009

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La cosa

Hoy andaba ojeando unas hojas en sucio que tenía en un cajón y he descubierto algunas con ejercicios de literatura de cuando iba al cole.

He encontrado muchos textos curiosos analizados con el vocabulario subrayado y con apuntes con una letra de bebé que ni yo misma reconozco. Entre otros textos había éste, que me ha hecho mucha gracia.

Espero que el autor no se enfade conmigo, por tenerle entre las hojas de borrador..

 

aluDe pequeño tuve una caja de zapatos que llegó a ser mi juguete preferido, entre otras cosas porque no tenía otro. Pero envejeció más deprisa que los zapatos que había llevado dentro, de manera que a mi caja se le cayó un día la primera a y se quedó en una cja, que así, a primera vista, parece un juguete yugoslavo. Busqué entre las herramientas de mi padre una a de repuesto, pero no había ninguna y tuve que sustituirla por una o. De este modo, sin transición, tuve que olvidar la caja para hacerme cargo de una coja, lo que es tan duro como pasar directamente de la niñez a los asuntos.

Jugué mucho con aquella coja, todavía la recuerdo, pero se fue haciendo mayor también y un día se le cayó la jota. Hay quien piensa que las vocales se estropean antes que las consonantes, pero yo creo que vienen a durar más o menos lo mismo. El caso es que tampoco encontré entre los tornillos de mi padre una jota en buen uso, así que la sustituí por una pe que estaba prácticamente sin estrenar. La coloqué en el lugar de la jota y me salió una copa estupenda, con la que he bebido de todo hasta ayer mismo, que se me cayó al suelo y se rompió.

A decir verdad, se rompió justamente por la pe, y como es muy antigua no he encontrado en ninguna ferretería una igual. Ayer fui a casa de mis padres, y después de mucho rebuscar en el trastero di con una ese que no desentona con el conjunto. O sea, que ahora tengo una cosa, pero no sé qué hacer con ella. La caja, lo coja y la copa eran muy útiles para guardar secretos, jugar o emborracharse. Pero la cosa me da miedo; además, la escondí en el bolsillo interior de la chaqueta, de manera que desde ayer tengo una cosa aquí, en el pecho, que me llena de angustia. Lo peor de todo es que, como no sé qué es, tampoco sé cómo se rompe.

Qué vida, ¿no?

Juan José Millás.

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(…) Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartescenefa01
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
 
 
José Agustin Goytisolo, Palabras para Julia

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